Trans

Heliogábalo, el emperador romano que pretendió ser transexual

A pesar de las controversias que aseguran que las discusiones sobre las Infancias Trans son un invento de la modernidad, así como los Derechos Humanos o el Derecho a la suspensión legal del embarazo, hemos encontrado una historia que indica lo contrario.

Heliogábalo, fue un emperador romano que nació en Siria en 204 d. C. Fue nieto del emperador Septimio Severo e hijo de un sacerdote del dios solar llamado El-Gabal, su nombre original era Vario Avito Basanio.

A partir de una serie de traiciones y asesinatos, como se estilaban en aquel tiempo y lugar, el pequeño Heliogábalo fue proclamado emperador a la edad de 14 años. Uno de los primeros cambios que hizo fue instaurar la adoración al dios El-Gabal, como orden de padre, enojando a los representantes de la religión romana y el Senado.

Desde pequeño le gustaba ponerse ropa que no usaban los adolescentes, y pedía que se la diseñaran según sus gustos. En cuanto se asumió como emperador, comenzó a vestir con las ropas que usaban las mujeres de aquella época, cosa que molestó a la sociedad.

Usaba maquillaje y joyas, y se casó con Hierocles, el más galardonado y hermoso de los atletas, al cual le prohibió volver a competir, poniendo a los responsables del deporte en su contra. Poco después volvió a contraer matrimonio, ahora con un esclavo de nombre Zoticus, lo que hizo que el ejército se pusiera en su contra.

El término “transexual” aún no existía, por lo que no sabía cómo definir la necesidad de que le arreglaran el cuerpo para ser mujer, y exigió que le llamaran “Reina”, fue entonces que la sociedad que se había hecho de oídos sordos, lo comenzara a criticar arduamente, y más aún cuando comenzó a realizar orgias con las y los jóvenes romanos.

A pesar de los intentos de su familia de sangre y de su familia política por salvar a La Reina, ya se había hecho de demasiados enemigos políticos, quienes armaron un golpe de estado, donde el joven Heliogábalo fue asesinado a los 18 años.

Esta historia nos demuestra que los debates sobre expresión e identidad de género, al igual que las infancias trans no son exclusivas de este siglo, y que es necesario verlas como lo que son: una necesidad y un Derecho Humano.

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