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“CabaréTito” nació en 1998

Hoy celebran sus primeros 25 años

Hace 25 años, en el Distrito Federal, hoy Ciudad de México, ningún antro permitía ingresar a las chicas trans a divertirse. A ellas solo les daban permiso de entrar a alguna cantina de mala muerte.

En las puertas de entrada en algunos antros se leía un enorme cartel que decía: “Se prohíbe la entrada a boleros, menores de edad, vestidas y uniformados”. En otros espacios de diversión, desde afuera sobresalían cuatro enormes letras: N.R.D.A. “Nos reservamos el derecho de admisión”. Y en otros lugares, aunque no pusieran esos carteles que violentaban nuestros Derechos, las y los cadeneros no nos permitían el acceso.

Eran los años 90´s y había poquititos antros, bares y cantinas fuera del closet para la Comunidad LGBT+, porque algunos eran clandestinos, y los clausuraban a las 2 o 3 semanas de haber abierto. Por ello destacaba “El Taller”, reconocido como el primer antro/bar gay de la Ciudad de México, con todos sus papeles en orden, donde trabajaba de noche y estudiaba administración de empresas durante el día, el joven David Rangel, quien era originario de Iguala, Guerrero.

Ese joven era muy movido, igual servía en la barra, que hacía la limpieza, atendía a la clientela, o preparaba la documentación para pagar los impuestos en Hacienda. David siempre estaba con muy buena vibra. Actitud que para el actor y director teatral Tito Vasconcelos, amigo de Luis González de Alba, dueño de “El Taller”, no pasó inadvertida, ya que pronto comenzaron a hacer planes para el presente, convirtiéndose en pareja, y planes para el futuro, ya que de esa unión nació “CabaréTito”.

Antes de “CabaréTito” todos los antros de la Zona Rosa cobraban muy caro el cover para ingresar, ya que con ello obtenían dos cosas: primero, un alto ingreso monetario, a la vez que servía como filtro para que no ingresara la chusma, y segundo, asegurar otra entrada económica, incluso mucho más fuerte que la del cover: los tragos.

Los precios de todos esos antros eran altísimos y eran justificados porque: “Le daba caché al lugar.” “Porque no cualquiera lo podía pagar”. “Dejaban muy buena propina“. Esos lugares estabán diseñados para adultos, pero no para cualquier adulto, porque a los antros de la Zona Rosa ingresaban personas que vestían ropa de marca, usaban perfumes importados, y que jamás viajaban el transporte público al con la solvencia económica para el cover, las copas, las propinas, el auto e influso el chofer. Por eso cualquier noche veías estrellas del cine y la televisión, artistas de moda, pintores, fotógrafos, modelos, empresarios, familias de abolengo y una larga larga fila de extranjeros, que se hospedaban en los hoteles de la misma zona.

Por lo anterior era impensable que las chavitas y los chavitos LGBT+ sin trabajo o con un trabajo de medio tiempo, que estudiaban, y que acababan de cumplir los 18 años, pudieran pagar para entrar al alguno de esos lugares, no solo por la cuestión del cover, sino porque a pesar de que mostraban su credencial del IFE, hoy INE, los dueños de esos antros para adultos sabían que no tenían dinero para comprar ni una cerveza, que era lo más barato. Era una acción discriminatoria y excluyente que pronto acabaría.

Esas chavitas y chavitos que deambulaban durante horas en la Glorieta del Metro “Insurgentes”, que se autonombraban “las glorieteras”, y hacían base en las maceteras que están afuera de esa estación del Metro, que se enfrentaban permanentemente contra “las metreras”, que se reunían adentro de la misma estación, no tenían un refugio donde divertirse, donde resguardarse de los depredadores que les acechaban permanentemente…

Esas chavitas y chavitos, cortadas por diferentes tijeras, pero de la misma tela, llegaban ahí huyendo de la violencia de la que eran, y son, víctimas en sus propias casas, o en su escuela o en su barrio. Llegaban buscando a sus iguales, para jotear libremente, para hacer pasarela y recibir aplausos, para bufar a sus hermanas que se pasaban de un bando a otro.

Esas chavitas y chavitos que eran los sin trabajo, los huevones que celebraban cuando conseguían uno de medio tiempo en las vacaciones de verano. Chavitas y chavitos que estaban flacos por la dieta permanente de llegar a sus casas solo a dormir para que no les pegaran  o les insultaran.

Esas y esos que hacían sus tareas en la glorieta, que se defendían del bullying que le hacía toda su escuela y que, a pesar de ello lograron concluir la secundaria, o salir trastabillando de la prepa, y que solo en contadas ocasiones lograban ingresar a la universidad para  continuar con sus estudios, porque habían logrado superar la violencia permanente por su liviandad en los hombres, o su machorrez, en las mujeres.

Esas docenas de ellas, de ellos, de elles quienes celebrababan su feliz cumpleaños, sus gloriosos 18 años con un “Pingüino”, en medio de la glorieta, fueron la motivación para que Tito y a David vendieran sus autos, hipotecaran su casa y se atrevieran a rentar un espacio en el mero corazón de la Zona Rosa, pensado para esta población desatendida, maltratada e invisble.

Fue así, con mil deudas y prestamos, que inauguraron el primer “CabaréTito” en noviembre de 1998 en el primer piso de un centro comercial en el corazón de la Zona Rosa, no sin haberse hechado de enemigos a todos los comerciantes del lugar, que por cuestiones de índole moral y discriminatorias intentaron mil veces que lo clausuraran.

Ellas, ellos y elles llenaron desde el primer día el “CabaréTito” de Plaza del Ángel porque no cobraban cover, porque “pedían una cerveza y cinco popotes” y a pesar de eso “se les trataba como si fueran grandes funcionarios, con respeto y cariño“, comentó David Rangel en una entrevista en la televisión abierta cuando cumplieron 20 años de su inauguración, “y aunque no pagaban cover, entraban ahí porque afuera estaba lloviendo muy fuerte, porque había mucho frío, porque fueron a comprar un “Pingüino” para celebrar un nuevo cumpleaños, porque por fin tenían un espacio seguro de donde no eran corridos“. Y desde entonces en ese lugar, en ese entonces, todas las chicas trans, fueron siempre bienvenidas.

Y en ese espacio seguro se creó la magia que aún hoy es la Marca Reconocida de “CabaréTito” en el mundo entero: Las Coreografías grupales, que entre ellas, elles y ellos montaban cada tarde, poniéndole un paso diferente a cada nota de las canciones de “Jeans”, las cuales bailaban perfectamente acompasados como si de mil espejos se tratara, y cantaban al unísimo, 50, 100, 200, ¡300 voces jóvenes al mismo tiempo! Y salían corriendo a las 11:50 de la noche para alcanzar el último Metro.

En aquel tiempo el Metro costaba $1.50, hoy cuesta $5.00

La apuesta por crear un lugar seguro para el público juvenil LGBT+ funcionó tanto y de tal manera que se comenzaron abrir otros “Titos” no solo en la Zona Rosa, sino en otros Estados y sus coreografías fueron aplaudidas en lugares como la Casa de la Ópera de Sidney.

El día de mañana continuaremos compartiendo la historia contemporánea del porque “CabaréTito” es uno los 8 motivos de celebrar Noviembre, Mes LGBT+ Mexicano, mientras tanto les invitamos a que visiten su página:

https://www.cabaretito.com.mx/

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