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Charla, de cerquita, con Samantha Flores

2a. de seis partes.

Samantha Flores, de 90 años, continúa su historia, desde su infancia en los años 30s, hasta hoy 2023

Samantha Flores ¿qué recuerdas de tu infancia?

Mis hermanos y yo no sabíamos que éramos hijos de obreros. Eso lo supimos más tarde. Puedo decirte, que éramos muy pobres, pero nunca nos quedamos sin comer. Nunca nos quedamos sin zapatos, y tuvimos una infancia, mis hermanos y yo, feliz, porque fuimos niños muy, muy, muy queridos.

Así es que yo, recuerdo de mi infancia, por ejemplo, el mango de Manila que en Veracruz es tan regio y todo, a veces era muy caro, y mi Mamá no podía comprarlo en esa época, ahora ya es baratísimo, en esa época no. Éramos 3 niños: mi hermano mayor, estoy yo y luego mi hermana. Entonces Mamá cortaba las 2 tapitas y el hueso quedaba en medio,  y eso comíamos. Una tapita uno, otra tapita otro, ¡y nos peleábamos por el hueso! Pues aunque tenía menos carne, tú lo chupabas, y lo chupabas y lo chupabas, ya mis hermanos se habían acabado el suyo, y seguías chupando tu hueso hasta que quedaba blanco. Y son recuerdos de pobreza, pero son recuerdos lindos, porque recuerdos de amor. Así es que tuvimos una infancia feliz.

El otro día estaba pensando, ¿cómo nos vestíamos? Y si, nos vestíamos con esos overoles que tenían hebilla acá. Como mi Papá trabajaba en la Cervecería “Moctezuma”, le era fácil conseguirlos. Eran los que usaban los grandes. Y lo que sí me acuerdo, que se me hace increíble: la mejor zapatería de Orizaba, estaba en la calle de Madero, que es la calle más importante de Orizaba, había una zapatería, de gente muy rica, y mi Mamá nos lleva ahí a comprar los zapatos que se llamaban mineros, pues como llueve tanto en Orizaba, había que ponerse esos botines, con zuelota y, mi mamá nos llevaba, y el hombre, el dueño de la zapatería, era súper exigente, para tener muchísimas zapaterías y, como era medio pariente de mi Mamá, me acuerdo que a mí me sentaba en el mostrador, que sólo lo permitía el dueño, y lo permitía porque yo era su prima lejana.

A mi hermano le compraban zapatos mineros, y a mí me querían comprar zapatos mineros, y yo no quería. Les decía: -“Yo no quiero eso”. Mi Mamá me decía: -“Mira, velos bien. Te van a gustar, son muy cómodos, son para el agua, para la lluvia”, y yo les decía: -“Pero yo no los quiero”. –“¿Qué quieres?” –“¡Yo quiero esos!”. Entonces escogía los de charol, con hebillita y todo. Así que lo joto ¡ya lo traía yo! No lo adquirí, ¡era yo auténtico!

¿Cuántos años tenías más o menos?

He de haber tenido entre 6 y 8 años. ¡Y me compraban mis zapatos de charol! Porque costaban más, eran zapatos de lujo. ¡Pero éramos pobres! Ya después, el tío o el primo de mi Mamá, que eran dueños de la zapatería, y parientes de mi Mamá, pero muy lejanos, ¡muy lejanos!, le decían –“Ya cómprale al niño los zapatos, se los vamos a dejar más baratos”. Y mi Mamá: -“Yo no tengo dinero para comprar estos zapatos”. Con ese ejemplo, ya te puedes imaginar que infancia tan linda pasamos, con el ejemplo de la fruta y con el ejemplo de la ropa.             

¿Y de Orizaba te brincaste a México, o te pasaste antes a Veracruz?

No, yo a Veracruz nunca fui, nunca viví en el Puerto de Veracruz.

Teníamos unos parientes, también parientes de mi Mamá, pero no vivían en Veracruz, vivían en la estación antes de Veracruz, (Ciudad Cardel), que era una ciudad muy chiquita y muy pobre, entonces en Semana Santa íbamos al Veracruz mi mamá y los tres niños, y yo creo que no salíamos de allí, no teníamos dinero, eran puros médanos alrededor del pueblo, porque eran casuchas y eso.

Pero ya el viernes que mi Papá salía de vacaciones, ya íbamos al Puerto, ya íbamos al mar, y nos compraba helado, que era famosísimo en Veracruz, y los wafles también eran ricos. Y hacíamos el viaje en tren, en segunda. Los asientos eran de tiritas de madera, y en todas las estaciones que paraban, la gente del pueblo vendía con canastas; vendían tortas, fruta y todo eso, naranjas, pues como éramos pobres, mi Mamá nos hacía tortas de huevo con frijoles, yo creo. Si, yo me acuerdo, que nos sentaba a raíz, y sacaba de su bolsa la torta, y nos daba la mitad de torta a cada uno, y felices viendo por la ventana todo eso.

Después recordé, que viajábamos en segunda, por las tablitas de madera, porque después, cuando vine a México a estudiar a la Escuela “Bancaria Comercial”, que estaba en Reforma e Insurgentes, (que ahí sigue), era la escuela más cara, y de más alta sociedad y todo, pero yo quería ir al Tecnológico de Monterrey. Por supuesto que no tenía dinero ni para el camión, entonces fui a esta a esta escuela, exactamente en 1950, yo tenía 18 años.

En mi infancia nunca hubo golpes. Yo nunca vi a mis papás pelear, y todo eso ayuda a que veas el mundo diferente. Vivíamos en un barrio pobre, pero como mi Abuelo no tenía hijos, solo tenía tres hijas, entre ellas mi Mamá, y mi Papá no tuvo a su Papá, porque este huyó, y entonces mi Papá, era el Yerno de mi Abuelo, pero de alguna manera también era su Hijo.

 Y mi Papá le decía que cuando tuviera hijos, el primer hijo varón, le iba a poner su nombre. Número uno: estaba pensando por adelantado, porque si le sale gay, era una decepción para el papá. Número dos: por las pláticas entre los machos, en las cantinas, no ha de ser muy agradable para el papá, saber que su hijo le anda chupado el pito a fulano y a perengano. Es degradante, es asqueroso, es horrible. Y sabes que tu hijo lo hace, y ¡peor todavía!, se lo están metiendo por el ano.

¿Cómo yo voy a permitir que mi hijo se degrade a ese punto? De eso es lo que estoy en contra, porque se supone que mi hijo tiene que tener una mujer, a la que se va a coger, no va a tener un amigo al que se está cogiendo. Y esto no es de México, es del mundo, de la historia. Como por ejemplo Alejandro Magno, se han escrito montones de libros sobre él y su amante.

Pero esa (cuestión) física del acto sexual, no le gusta al hombre. ¿Por qué no piensa lo mismo con la hija? Porque las quieren para la sucesión de la raza.

Continuaremos con esta sorprendente historia de vida, de una mujer Trans, que inició en 1930.

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