Cultura

Cuba y un concurso de belleza

Maikel José Rodríguez Calviño

Maikel para el mundo Maikel es un cuentista, un escritor, crítico de arte, curador, un narrador, un dibujante, un teórico, un periodista. A pesar de ser tan joven, mi amigo cubano es licenciado y Máster en Historia del Arte titulado en la Universidad de la Habana. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, entre otras muchas cosas más.

Pero para mi, Maikel es el chavo cubano que me invitó a comer el pollo frito con arroz más delicioso que he probado en mi vida, sentados en una banqueta, mientras se escondía el sol muy cerca del malecón de la Habana, entre otras muchas cosas.

Maikel para mi Maikel es el chavo cubano que me llevó a comer el pollo frito con arroz más delicioso que he probado en mi vida, sentados en una banqueta, mientras se escondía el sol muy cerca del malecón de la Habana, y que entre otras muchas cosas ama a México y su cultura.

Los concursos de belleza también están de moda en Cuba. El autor nos comparte su visión de ellos ahora.

Algo de polémica ha generado la celebración del Míster Cuba 2023. Creer que en un certamen como este puede realmente ser escogido el hombre más hermoso dentro del crisol racial que somos es tan pretencioso como absurdo. No obstante, pienso que, antes de pronunciarnos contra la banalización implícita en un concurso local de belleza masculina deberíamos preocuparnos por el galopante desinterés que los adolescentes y jóvenes cubanos demuestran por su identidad cultural; por la seudocultura repleta de seudocoreografías y seudobailarines y seudoespectáculos que generamos en aras del “disfrute” turístico; la constante reproducción en nuestros productos audiovisuales de patrones de comportamiento sexistas que cosifican a las mujeres (y a las personas), transformándolas en artículos de consumo; el cansino, ortodoxo y vacuo tratamiento en las aulas de nuestra Historia, de nuestro devenir; la exhaustiva depredación del patrimonio nacional; la epidemia de mal gusto que nos corroe; la excesiva politización de la cultura y sus nefastas consecuencias; la poca crítica cultural que se produce en la actualidad;

Nota del Autor: (Foto de la manada guaposáurica para no morir ignorado).

la publicación de libros que carecen de calidad literaria, poco interesan a los lectores y languidecen en las librerías a merced de las polillas (pronto languidecerán en las escasas plataformas digitales en las que mal se comercializa la literatura cubana); el olvido al que relegamos valiosas voces y poéticas por el simple hecho de disentir con respecto a la oficialidad; la despersonalización que experimenta el arte joven cubano, repleto de fórmulas que los creadores reproducen con la esperanza de triunfar en el mercado internacional (porque mercado de arte nacional, ni en sueños); los tantos museos y galerías vacíos y desatendidos que cunden en el país; la escasa preparación que muchas veces acusan los decisores culturales; la constante migración del talento y del galopante empoderamiento de la mediocridad; las improvisadas “obras de arte” que pululan por doquier (Guillotina maleconera incluida); la promoción y visibilización de obras y creadores por motivos extraestéticos; el constante consumo acrítico de propuestas culturales que diariamente nos propone la cada vez más insípida TVC. Todo eso lacera y diluye mucho más nuestra cultura que un simple concurso de pectorales al aire.

Todo eso es más importante que la selección, entre diez o quince guaposaurios, del Guaposaurio Alfa, el tipo perfecto, el más mejor. No veo nada de malo en asumir un estilo de vida fitness, trabajar duro por conseguir un six pack de infarto y mostrarlo en la pasarela. El problema está en creer y hacer creer, o sea, en reproducir el mito de que ese patrón de belleza es el único, el obligatorio, el ideal, el aceptable, y seguir asociándolo con el éxito, el triunfo en el espacio público y la realización profesional y personal. Los cuerpos son diversos y la belleza es un consenso cultural que varía de imaginario en imaginario y se reconfigura constantemente.

Más que demonizar o mesarse los cabellos por un simple concurso, deberíamos concentrarnos más (no digo que no se haga) en generar propuestas culturales críticas, reflexivas y entretenidas centradas en el cuidado, la defensa y el disfrute de la cultura, nuestra y ajena. A fin de cuentas el macho alfa con six pack tiene el mismo derecho a ser que el gordito con michelines y el flaco desnalga’o, y cada cual tiene su gracia frente a los ojos adecuados.

“El extraño crujir de las cosas mal dormidas” (Enlace Editorial/Editorial José Martí), de Maikel José Rodríguez Calviño ganó el Premio “La Rosa Blanca”, en la categoría de Mejor Texto para Jóvenes.

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