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Tortura de Cotita de la Encarnación.

2a. Parte.

Continúa conociendo la historia de Cotita de la Encarnación, otro de los motivos por los que Noviembre es el Mes LGBT+ Mexicano

Escudo de las Comisarías del Santo Oficio en México

Al encontrarse Cotita ya encadenada en los sótanos del edificio del Santo Oficio, en el Centro de la Ciudad, a cuatro cuadras detrás de la Catedral Metropolitana que se estaba construyendo, comenzó a recibir todo tipo de torturas, pero “no soltó la lengua”.

Los enormes verdugos que servían al Santo Oficio, y que ya habían torturado a muchas personas, tanto a hombres como mujeres, nunca pensaron que ese mulato de cuerpo “redondete”, que caminaba cínicamente por las calles “con mil listones de colores volando al aire”, a veces sonando cascabeles, que llevara las caderas “más movidas que cualquier mujer”, y que a todo aquel que se le quedaba mirando al caminar así lo saludaba con voz chillona y alegre con un “hola, mi cielo”, “adios, cariño”, “buenos días, mi amor”, tuviera tanta fuerza física, que soportara todos los tormentos “que ni los hombres habían aguantado”.

Una de las maquinas de tortura inventadas para que “confesaran” las personas detenidas por la Santa Inquisición

Al ver que no lograban sacarle los nombres de quienes participaban en las fiestas, solamente alguna información muy general, como que la casa en la que vivía y hacía sus fiestas le era rentada por doña Melchora de Estrada, en el Barrio de San Pablo y que pagaba su renta lavando ropa ajena, decidieron cambiar de estrategia, ya que esa información no inculpaba a nadie, y ya la habían obtenido en el transcurso de las investigaciones que habían realizado a lo largo de cuatro semanas.

Así que fueron metiendo, a aquel oscuro sótano, uno a uno a los muchachos a quienes ella les conseguía citas con señores a cambio de dinero o favores para sus familias. Uno a uno iban siendo colocados en los terribles muebles de tortura que habían inventado para que después de unos minutos de imprimirle dolor, aceptaran todo lo que se le imputaba, fuera cierto o no.

Otro aparato diseñado para torturar “en nombre de Dios”.

 Estos jóvenes, todos muy queridos y cuidados por Cotita, cuando ya habían sido atados a los diferentes aparatos de tortura, la traían a ella a rastras, quien con los ojos muy apretados para no ver, les imploraba que los dejaran en paz, que ellos no tenían culpa de nada.

Pero los verdugos abriéndole los ojos con las manos, la obligaban a mirar como les metían agua por la nariz, les estiraban el cuerpo hasta dislocarles las extremidades, les obligaban a sentarse sobre braseros al rojo vivo, e incluso a los más viejos, les introducían objetos por el recto.

Imagen descriptiva de los sótanos del edificio de la Santa Inquisición.

 Eran los mismos tormentos que ya le habían hecho padecer a ella y que resistió. Sin embargo, al ver la manera en que se los aplicaban a sus “niñas”, como ella les llamaba con ternura, se quebró y   “comenzó a hablar hasta por los codos”.

Y solo así fue que, todos los nombres que se había negado a decir al torturarla directamente a ella, los soltó “tan rápido como una matraca”, conforme la obligaban a ver como torturaban a sus “niñas”.

Y así fue que después de casi un mes de resistir torturas físicas, Cotita soltó más de 100 nombres, que sumandos a los pronunciados por sus “niñas”, sumaron un total de 148 nombres, entre los que se encontraban hombres de la más alta jerarquía novohispana, personajes de la corte virreinal, uno que otro general del Rey, y más de una docena de prelados religiosos.

La lista de los 15 nombres “seleccionados” de los más de 100 que obligaron a decir a Cotita de la Encarnación.

El registro fue dado de alta como “hombres que se reunían en la clandestinidad vestidos de mujeres en casas y vecindades del centro de la Ciudad de México para cometer el pecado nefando”.

Lo gracioso del asunto fue que esa lista que originalmente tenía 148 nombres, cuando se presentó a las autoridades estaba reducida al 10% de los mismos:

  1. Juan de la Vega Galiano, mulato por sobre nombre Cotita.
  2. Gerónimo Calvo, mestizo.
  3. Joseph Durán, mestizo.
  4. Miguel Gerónimo, mestizo. (…) que confesó estando en la capilla.
  5. Simón de Chavez, indio.
  6. Juan Correa, mestizo, apodado La Estampa.
  7. Nicolas Pisa, negro.
  8. Domingo de la Cruz, indio.
  9. Matheo Gaspar, indio.
  10. Benito de Cuevas, mulato.
  11. X de Victoria, español.
  12. Juan Martin, indio.
  13. Juan de Izita, indio.
  14. Miguel de Urbina, indio. Por haber prendido fuego al Santo Niño Jesús.
  15. Lucas Matheo, mestizo: por ser el menor cambia por dos cientos azotes.

El día de mañana continuaremos relatando la historia de Cotita de la Encarnación, la primera mujer trans en la historia LGBT+ juzgada y sentenciada a morir quemada en leña verde, por órdenes de la Santa Inquisición.

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