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Cotita de la Encarnación

Quizá el primer Martir de la Comunidad LGBT+ de México

La confesión: dicha.

El juicio: realizado.

Los acusados: condenados.

El castigo: la hoguera.

El “Capitore” y el “Sambenito” que los obligaban a portar en la cabeza y en el cuerpo, eran para reforzar la humillación pública de quienes ya habían recibido condena y recibirían castigo

Poco más de un año duró lo que llamaron “el juicio” contra aquellos 15 detenidos, aunque siempre se supo que esas sesiones de “juicio”, en realidad eran sesiones de torturas tremendas que se realizaban clandestinamente en los sótanos de ese enorme, lúgubre y helado edificio.

Los 14 jóvenes decían los mismos nombres de manera reiterada, por lo que la suma de sus denunciados no sobrepasó una docena.

Cotita, quien era la número 15 al ser obligada a ver como torturaban a sus “niñas” nombró a otros 20 más, sumando un total de 46, aproximadamente.

Sin embargo, y a pesar de ya tener un extenso registro de nombres escritos en varias hojas, continuaban los mismos 15 detenidos, y entre ellos se encontraba el mestizo Lucas Matheo, de solo 15 años.

Cuando Cotita lo supo, imploró más clemencia de la pedida por todos los otros miembros, entre quienes se encontraban hombres y viejos, cosa que no pasó desapercibida por los jueces de la Santa Inquisición y le propusieron un acuerdo.

El “acuerdo” con Cotita fue que le perdonaban la vida a Lucas Matheo, a cambio de que les diera más nombres, cosa que ella aceptó y solo entonces soltó más de 100 nombres.

A Lucas Matheo, gracias al “acuerdo” con Cotita le cambiaron el castigo de morir quemado por solamente 200 azotes, y seis años de trabajo con un comerciante que no le pagaría por sus servicios, y solo le daría agua y pan como alimento a lo largo de este tiempo.

Aquel martes 6 de noviembre los 15 hombres condenados “por faltar a los preceptos divinos” y haber cometido el “pecado negando”, fueron vestidos con los “capirotes” y los “sambenitos” que obligaban a usar a quienes eran castigados por el Santo Oficio de la Santa Inquisición.

Ambas prendas “de vestir” fueron diseñadas y utilizadas para multiplicar la deshonra, la vergüenza, la culpa, no solo de quienes las portaban, sino también de sus familiares, a quienes muchas veces, sin deberla o temerla, los obligaban a “cargar también con el castigo y la vergüenza” que ya habían impuesto a quienes iban a ser azotados o quemados.

Esos 15 hombres sentenciados, fueron amarrados con las manos atrás, uno tras otro, en una larga fila y los echaron a la calle para que sufrieran escarnio por el pueblo que ya se había apostado de lado y lado, armados con fruta podría, tablas y piedras que les eran arrojadas conforma iban a avanzando hacía la hoguera y sin poder ni siquiera cubrirse la cara para que no los lastimaran, que les habían atado las manos detrás del cuerpo.

Al primero que subieron al escenario ya montado, fue al menor de edad, a quien le brindaron los 200 azotes, aunque los últimos 150 se los dieron ya desmayado en el suelo.

Después subieron a Cotita, y frente a ella molieron a golpes a sus 13 “niñas”, ya amarrados a los troncos, habiéndose desmayado varios de ellos, los  cuales despertaron cuando se estaban ahogando con los humos de la madera que los estaba quemando. Esperemos que algunos hayan muerto previamente de un infarto.

Los 15 habían salido a las 11 de la mañana a la calle y ya era de noche cuando finalmente le prendieron fuego a Cotita de la Encarnación, solo que a ella, y quizá por haber dicho los nombres de varios clérigos, la quemaron, a diferencia de los otros 13, con lecha verde, por lo que su sulpicio duró hasta el amanecer…

Placa conmemorativa a la gran violación de los Derechos de 42 hombres homosexuales mexicanos el 18 de Noviembre de 1901

243 años después de estos asesinatos por homofobia volveríamos a vivir en México, una historia similar: El Baile de los 41, el cual, al igual que Cotita, conforman dos de los hasta ahora 8 motivos por los que Noviembre es el mes LGBT+ Mexicano

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