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Sor Juana Inés de la Cruz

La Décima Musa

Sor Juana Inés de la Cruz, la Décima Musa

El natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz el 12 de noviembre, es otro de los motivos por los que Noviembre es el Mes LGBT+ Mexicano.

Gran parte de nuestra cultura tiene antecedentes emergidos de la antigua Grecia como su arquitectura, su filosofía, sus obras artísticas en general, en lo particular tenemos que resaltar el Teatro, la Literatura, la Política, las Olimpiadas, la Política y ese concepto de la Belleza que aún nos trae de cabeza, y otras tantas cosas más.

Los dos primeros poetas griegos fueron Homero y Hesíodo, y quizá el segundo sea el más legendario, gracias a describir el origen, poner nombres y dar a conocer los súper poderes de las diosas y los dioses en su “Teogonía”.

Hesiódo nos presenta a las 9 musas que forman el séquito del dios de la música, Apolo, y que acompañan a los reyes en sus grandes fiestas, soplándoles al oído las más bellas palabras, para que ellos a su vez las repitan, generando así admiración en quienes los escuchaban.

Al ser requeridas siempre por los dioses, poco a poco fueron aumentando su importancia hasta que se convirtieron en las diosas encargadas de inyectar la inspiración a la raza humana. De ahí que decimos: “Estoy esperando a que vengan las musas para inspirarme”.

Cada musa representa una disciplina: Talía: la Comedia. Melpómene: la Tragedia. Siendo ambas las responsables del Teatro. Euterpe: la música. Terpsícore: la Danza y el Canto. Erato: la Elegía. Polimnia: la Poesía Lírica, la Poesía Épica y la Elocuencia. Y finalmente, Urania: la astronomía.

Y con esas 9 musas vivimos felices y llenos de inspiración durante siglos, hasta que el 12 de noviembre de 1651, justo al inicio de la segunda mitad del Siglo XVII, nació en México La Décima Musa: Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana.

Juana Inés aprendió a leer a los 3 años y a escribir a los 5. A los 8 años ganó su primer premio por haber escrito una Loa al Santísimo Sacramento.

La pequeña Juana era tan estricta con ella misma que cuando estudiaba algo y no lo aprendía, se cortaba grandes mechones de su hermoso cabello porque decía que: “que sentido tiene tener tan hermoso cabello en la cabeza, si esta se encuentra vacía” o “el pelo me crece deprisa y yo aprendo despacio”.

Siguió leyendo y leyendo hasta que no quedó uno solo de todos los libros que había en la enorme biblioteca de su abuelo, sin que ella lo leyera. Y así le llegaron los 15 años, que era la edad acostumbrada para comenzar a arreglar los matrimonios de las niñas. Se dice que la rondaron un par de pretendientes, pero que ella nunca les hizo caso.

En esa época entró a la corte y se interesó en trabajar directamente para la virreina Leonor de Carreto, lugar que obtuvo después de presentar interminables exámenes a cargo de los hombres más sabios de esa época, y al demostrar su amplia inteligencia finalmente logró ser la asistente de la virreina.

Un suceso ocurrido en la corte, hizo que el virrey obligara a la vierreina a sacarla de su casa, y fue cuando Juana Inés decidió aprovechar esa situación para ingresar al convento, auspiciada por la misma virreina, quien la iría a visitar de manera muy frecuente a escondidas de su esposo.

El suceso que había terminado con la expulsión de Juana Inés de la corte, puso de manifiesto que ambas tenían un amor secreto, el cual duró hasta que la virreina falleció al abandonar México y regresar a España. La gente aseguró que el dolor por la lejanía de su amada, fue en realidad lo que la mató.

Gracias a los favores de la virreina, Juana Inés ingresó primero al convento de los carmelitas, en donde no se sintió cómoda, porque la rigurosidad con que la trataban le impedía estudiar, leer y escribir, por lo que su protectora, la cambió al convento de la orden de San Jerónimo, en el cual tenía una celda de dos pisos y varias criadas a su entera orden, y en donde escribió la mayor parte de su inmensa producción literaria.

Desde que ingresó al primer convento Juana Inés de Asbaje, cambió su nombre por el de Sor Juana Inés de la Cruz, portando siempre en su habito un enorme medallón dibujado con la escena de la Asunción. Este medallón fue encontrado en la que hoy es la Universidad del Claustro de Sor Juana, junto a una osamenta, siendo esta la prueba de que esos restos eran de la 10ª Musa.

Sor Juana escribió poemas, obras teatrales, obras religiosas y villancicos. Teatro, prosa y poesía fueron las armas con las que la monja se defendió de los hombres eclesiásticos de diferentes órdenes religiosas, que nunca pudieron soportar que una mujer fuera muchísimo más letrada, e inteligente, que todos ellos juntos y que ese gran don, fuera mundialmente reconocido, por lo que una vez que la virreina falleció, a pesar de que Sor Juana se hizo de una segunda protectora, como castigo la mandaron a que trabajara en la cocina y le retiraron el uso del papel y la tinta, situación que deterioró notablemente su ánimo.

Y es que aquellos los letrados hombres de las iglesias, usando a Dios como pretexto, se negaban a permitir que una monja enclaustrada, a través de sus escritos defendiera al pueblo indígena, a los pobres, y que peleara fehacientemente los Derechos de las mujeres a una buena educación en todos los niveles.

Cuando Sor Juana publica esta defensa de toda mujer, el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, se inventó el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, para atacarla públicamente “de mujer a mujer”, y de “religiosa a religiosa”, a lo que Sor Juana le respondió rebatiéndole idea contra calumnia, explicación contra acusación, analizando párrafo por párrafo, en su famoso texto “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”.

Sin embargo, así como toda mujer sale adelante en la vida a pesar de que esté todo en sucontra, comenzó a quitar las arrugas de los todos los envoltorios en los que llegaban las compras de la cocina, y a guardarlos, para tener sobre que escribir, y se las ingenió para adaptar las plumas de los animales alados, para tener con que escribir, y gracias a eso es que hoy tenemos una serie de recetas originales de las que ella, junto con otras monjas, guisaban.

Después de todos estos enfrentamientos, los hombres religiosos que gobernaban en México y por lo tanto también el convento de San Jerónimo la obligaron, a base de violencia de género, agresiones verbales, y advertencias de echarla del convento, a que vendiera todos sus textos y todos sus libros, y se dedicara a trabajar como las otras monjas.

La acción de deshacerse de su propia biblioteca, equivalía a deshacerse de toda su vida, pero al no tener en donde refugiarse si la corrían, tuvo que hacerlo, acción que la hizo debilitarse terriblemente.

En 1645, en el convento de San Jerónimo cayó una terrible epidemia de tifus que casi acabó con todas las monjas, por lo que el trabajo de Sor Juana se triplicó, y aunado a la terrible depresión que le había causando la venta de sus propios escritos y sus libros, cuando se puso a cuidar a sus hermanas monjas enfermas, ella también se enfermó y murió a la edad de 46 años.

El día de mañana les compartiremos breves partes de algunos de los textos de Sor Juana

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